La impresión 3D, tierra de emprendedores: el caso de Trideo

En un pequeño departamento sobre Córdoba y Callao, con 10.000 pesos y unos planos open source bajados de Internet, comenzó la historia de Trideo, una startup que, desde 2014, fabrica impresoras 3D de escritorio e industriales de hasta 1 metro cúbico de volumen de impresión.



"Vos armás, yo vendo".  Con esas pocas palabras, mientras compartían un departamento con otros cuatros extranjeros en Buenos Aires, Laurent Rodríguez, francés, y Nicolás Berenfeld, belga, sellaron la asociación que dio inicio a un emprendimiento que, tras sumar luego a otro francés, Simon Gabriac, fue creciendo, sorteando obstáculos, adaptándose a los cambiantes giros de la economía argentina y las mutaciones tecnológicas particulares del sector.

Se reinventaron una y otra vez y hoy proyectan la apertura, antes de fin de año, de un centro de fabricación en San Pablo, Brasil, para el cual planean invertir unos 100 mil dólares.

La fabricación y venta de impresoras 3D es un negocio incipiente, tanto en la Argentina como en el mundo, pero fundamentalmente es un negocio sometido a un incesante proceso de cambio, que pareciera aún no haber encontrado su lugar en el mundo.

La impresión 3D permite producir objetos tridimensionales a partir de un modelo que se diseña en forma digital en una computadora. Tiene gran utilidad para crear prototipos, probar un diseño antes de lanzar la producción masiva y fabricar internamente algún repuesto de sus máquinas o las piezas de un  producto.

“Nuestros comienzos fueron muy difíciles, sobre todo cuando decidimos trascender esos primeros pasos, basados en la creación de máquinas mediante planos open source que se podían conseguir en Internet. En la segunda etapa, que formó parte todavía de la fase inicial del proyecto, nos largamos a crear nuestros propios modelos de impresoras, donde debimos invertir más.

Con una inversión inicial de 15.000 dólares, estuvimos sobreviviendo, en todo sentido, es decir desde comer, movernos, pagar el alquiler, investigar y comprar los materiales para las primeras máquinas hasta concretar la primera venta 9 meses después. Una odisea”, rememora Nicolas.

Ni Laurent ni Nicolás llegaron a la Argentina con un plan muy definido. El primero en recalar fue Nicolás, quien, desde su Bruselas natal, se había recibido de la Solvay Business School con el título de Ingeniero de Gestión.

Nicolás tiene 35 años y hace 9 que está en Buenos Aires en los cuales estuvo armando distintos emprendimientos en otros rubros. Laurent, por su parte, tiene 31 y llegó hace seis años. Laurent se graduó en la Escuela Nacional de Ingeniería de Francia, en 2011, con una Maestría en Ingeniería Industrial. Trabajó en diferentes países, primero para subcontratistas de Airbus en Francia y luego como  gerente de Proyecto Internacional para Saint-Gobain en la India. Su relación con la impresión 3D tomó forma durante su experiencia en una startup argentina en 2013, donde “me fascinó esta tecnología y todas las posibilidades que ofrece”.

A ellos se sumó, tiempo después, Simon Gabriac, también francés y amigo de la infancia de Laurent, quien lo convocó con un par de llamados y la oferta de un desafío para empezar desde prácticamente desde cero con el proyecto.

Simón no estaba, precisamente, desocupado; también ingeniero, con especialización en Mecánica, tenía más de 3 años de experiencia laboral en el campo de la aeronáutica, en pesos pesados de la industria como Airbus y Dassault Aviation.  De hecho, Simón participó del armado del primer modelo propio, la “PrintBox” estando aún en Francia.

Las fases de desarrollo siguientes del proyecto se constituyeron por una mezcla entre la necesidad de ir trazando nuevos objetivos a partir de la consolidación de los precedentes y por la necesidad de adaptarse a la evolución de la tecnología 3D y, fundamentalmente, a los cambios del clima de negocios del país.

El arranque, luego de las primeras cinco o seis máquinas armadas con los planos online, fue con las PrintBox, que luego derivaron en una primera segmentación, a través de la Mini PrintBox y la PrintBox Max, ofreciendo así una gama de 3 modelos distintos para cubrir las necesidades del mercado.

Corría finales de 2015 y el ecosistema de fabricantes de impresoras 3D, gracias a la democratización tecnológica del open source, y a partir de la caducidad de varias patentes entre  2005 y 2006, se caracterizaba por un significativo número de jugadores, que entre otras cosas estaban “protegidos” por las dificultades para importar las máquinas, lo que favoreció el desarrollo de la fabricación nacional.

En esas mismas épocas, Trideo tuvo la visión, sin embargo, de apostar fuerte al soporte técnico, en la perspectiva de que lo que se venía era alimentar a la industria, en particular las pymes, para las cuales el soporte era un plus.

También habían entendido el valor de contar con un parque propio de máquinas, la Trideo Factory, para tomar ellos mismos trabajos de impresión de quienes no querían lidiar con las máquinas. Gracias a esa flota de máquinas, pueden entregar una gran cantidad de piezas en un tiempo inigualable. Así fue que, cuando se liberó importación con el cambio de Gobierno, Trideo fue una de las pocas sobrevivientes, en un mercado que pasó de decenas de fabricantes a tres o cuatro.

Fue también el período donde Trideo pasó de las primeras Print Box, Mini y Max, a las Print Box Pro y Pro Extended, para uso profesional, antesala de la llegada de la BIG T, con volumen de impresión de 1 metro cúbico con destino a la industria, una de las apuestas más recientes de la compañía. “Empezaron a entrar las impresoras de Europa, de Estados Unidos, que tenían una buena calidad aunque eran más caras, y las chinas, que golpeaban con su precio. Entonces apostamos mucho a volúmenes más grandes y al desarrollo de nuevos servicios orientados a empresas, que nos permitió seguir creciendo en un entorno que se había modificado sustancialmente”, recuerda Laurent.

El foco en la industria tiene sus razones: “La impresión 3D es muy funcional en las primeras etapas del proceso de desarrollo y fabricación. La impresión 3D no se lleva bien con la producción masiva, sino que su aporte está en la pequeña escala, en la personalización y en los prototipos”

Una de las aplicaciones en la industria es la impresión de modelos para la fundición, que suelen ser caros y involucrar tiempos de fabricación largos. Con la impresión 3D, podemos reducir los tiempos y los costos hasta un 90% según el diseño”, asegura Rodríguez quien además recordó que “vimos un interés creciente de las Pymes y del sector industrial, no solamente para imprimir cosas pequeñas, sino para confeccionar repuestos para maquinarias pesadas.

Además, cuando se rompe un repuesto, no son necesarias una gran cantidad de piezas, sino apenas una o unas pocas y, aún sin trabas para importar, el factor tiempo tiene un peso. Nosotros podemos, mediante impresión 3D, resolver esas situaciones en horas”, se entusiasma Simon.

No fue casualidad, entonces, que una empresa como Ternium haya tomado la decisión de financiar a sus propios proveedores para que contraten los servicios de Trideo en Impresión 3D.

Por esas épocas, el departamento de Córdoba y Callao había mutado a un galpón de 350 metros cuadrados en Villa Crespo y el trío inicial se expandió a un equipo que actualmente integran once personas.

En el presente y futuro inmediatos de Trideo se avizoran, además de la instalación en Brasil, la perspectiva de abrir otros mercados como Colombia, México y Perú, además de seguir desarrollando nuevos equipos y servicios generando valor para sus clientes.

Gracias a su equipo de ingenieros multidisciplinarios, Trideo ofrece servicios de consultoría en impresión 3D para facilitar y acelerar su implementación en la industria. “Nuestro objetivo es reducir el tiempo y el costo en los procesos de ingeniería, fabricación y mantenimiento, enfocándonos en donde la Impresión 3D puede hacer una diferencia”, convocan desde su página web donde la idea una fuerza fundamental que los guía es “No hay problemas, solo soluciones”. Basta revisar la breve pero intensa historia de Trideo para saber que estos europeos treintañeros, amantes de los desafíos y enamorados de Buenos Aires, saben de qué están hablando.